En los tiempos que corren, ya no nos sorprenden afirmaciones tales como “tres meses y ya sabe desbloquear el móvil”, “con solo 5 años y la Tablet ha pasado a ser suya”, “llega del instituto y lo primero que hace es encender el ordenador” incluso pueden llegar a resultarnos graciosas. Es natural que en pleno siglo XXI, niños y adolescentes hagan uso de las nuevas tecnologías como algo rutinario y casi innato, no podría ser de otra manera teniendo en cuenta que han formado parte de sus vidas desde siempre; son de hecho, la primera generación de los ya conocidos como nativos digitales.
Ahora bien, ¿cómo afecta el uso de las nuevas tecnologías en los pequeños de la casa? Son muchos los padres y educadores, que se andan cuestionando esto en nuestros días.
Recientes estudios demuestran que el uso en exceso de las nuevas tecnologías repercute de manera directa en la habilidad de relacionarse socialmente, así como en los niveles de atención y ansiedad del menor, causando a su vez, problemas de insomnio y en el rendimiento escolar.
Detengámonos ahora en un análisis más minucioso sobre las consecuencias producidas en cada uno de los aspectos citados anteriormente.
Hemos cambiado “el escondite” y “el pilla pilla” en el parque con amigos, por las consolas y las tabletas en el sofá de casa solos. Es un hecho preocupante, ya que es en la primera infancia donde se forjan las Habilidades sociales de la persona, de modo que si reducimos las interacciones sociales, y las que tenemos son de baja calidad, el individuo no conseguirá desarrollarse de manera integral y como consecuencia, presentará dificultades a la hora de relacionarse en los distintos escenarios y situaciones sociales (conversaciones, discusiones, fiestas, eventos familiares…)
Largas horas de exposición a videojuegos con mejores gráficos que los de la propia vida real, acompañados de sonidos envolventes y colores surrealistas, generan un nivel de activación del cerebro muy difícil de disipar a corto plazo, si tras esto, el menor se dispone a estudiar, imaginemos lo difícil que le resultará concentrarse frente a un libro de texto infinitamente menos atractivo.
Lo mismo ocurre cuando el niño se va a dormir inmediatamente después de haber estado usando el móvil, viendo vídeos en internet o jugando a videojuegos, necesitará de más tiempo para conciliar el sueño y la calidad del descanso se verá afectada.
Un mal descanso, sumado a problemas de inatención y desmotivación convergen en un detrimento del rendimiento académico.
Como se comentaba al comienzo del artículo, no se pretende con esto que los niños y adolescentes pongan fin a su relación con las nuevas tecnologías, dado que sería antinatural y contraproducente, sino que se insta a un consumo responsable y supervisado.
Sería recomendable sentarnos con nuestros hijos y hablarles de los peligros que supone la sobreexposición a los aparatos electrónicos. Una vez expuesta nuestra preocupación, se puede llegar a un acuerdo a través de la negociación y diseñar un horario consensuado por todos los miembros de la unidad familiar que recoja las actividades diarias del niño y sirva de guía para un consumo responsable.
Es todo un reto, pero nada es imposible si lo hacemos movidos por el afecto y la razón.
Artículo disponible en la revista de Alhama Conecta, disponible en formato físico y digital. Puedes descargarla pinchando en aquí:
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